Lic. Belén Anastasio
Introducción
En el presente escrito, se abordarán temáticas relacionadas con la construcción del cuerpo y la imagen en la pubertad a partir de la mirada de los Otros, considerando a la pubertad como un momento clave en el que se ponen en cuestión la imagen desde los cambios en lo Real del cuerpo a la vez que esto se ve influenciado por el sostén (o no) de la mirada que devuelve el Otro sobre ello. Para esto, se tomará un recorte clínico que evidencia lo presentado.
Recorte clínico: Caso Sabrina
Sabrina, tiene 13 años al momento de la consulta. S. vive con su madre, padre y hermano. Según refiere la madre de S., “hace tiempo que pide ir al psicólogo”, a la vez que tanto ella como su marido, padre de S., ubican esto como necesario.
Lo que refiere la madre como motivo de consulta en la primer entrevista es que S. “pide, desde el año pasado, charlar con alguien”. Comenta que siempre fue difícil ponerle límites y que los cuestiona aunque le sean explicados. Aclara que ella es quien más toma las decisiones debido a que el padre de S. se encuentra trabajando gran parte del día; “si se sobrepasa, actúa el padre, pega dos gritos y se terminó, aunque S. cuestiona el límite”.
Por otra parte, explica que S. bajó de peso; sobre esto, aclara que suele saltearse comidas y que aún no tuvo su menarca. Tiempo atrás hubo una consulta con una nutricionista, dado que S. estaba preocupada por su imagen; refiere que pasa mucho tiempo frente al espejo y que se detiene demasiado viendo qué ropa va a usar. Respecto del peso, la madre de S. explica que su pediatra es quien realiza el seguimiento, no dejándola saber el peso que tiene y tampoco dejándola pesarse en su casa, a la vez que aclara que los controles médicos le dan bien (es decir, no habría una causa orgánica que justifique la pérdida de peso o no poder aumentar) y que “siempre está al límite con el peso”. Asimismo, la nutricionista había sugerido que S. participara de un equipo interdisciplinario de TCA; la pediatra, no estaba de acuerdo.
Tras la primer entrevista con la madre, se coordina comenzar con el espacio. En las primeras entrevistas, S. despliega cómo es el vínculo con sus padres, a la vez que relata sobre la trama familiar (familia extensa) y sobre el vínculo con sus pares, refiriendo tener una mejor amiga que es del colegio. Respecto a su padre, comenta que si la madre le cuenta algo que pasó con ella, su padre no le pregunta qué fue lo sucedido aunque trate de explicarle; sobre su madre, refiere que es quien pone más los límites.
En una de las primeras entrevistas, S. refiere que la pediatra en el último control le dijo que está peor con el peso y que bajó; a su vez, refiere que la médica le dijo que si llegaba a bajar más de peso debería disminuir la frecuencia de las clases de vóley (actividad que realiza), para no seguir bajando. Frente a esto, se conversa sobre la posibilidad de retomar con las consultas con Nutrición, a la vez que se habla sobre qué comidas le agradan. Sobre su imagen, dice “antes, tenía una obsesión con el peso”. Respecto a su “miedo de subir de peso por comer más”, refiere haberle dicho esto al padre y que su respuesta fue enojarse.
Con el tiempo, en una de las sesiones S. dice que la madre “no le explica cosas” (vinculándose esto a tener preguntas sobre la menstruación). S., refiere que estas inquietudes las conversa con una amiga de vóley (unos años mayor que ella), aclarando que ella ya tuvo su menarca. A S., le molesta no saber y que la madre le diga que “va a saberlo cuando sea necesario”, ubicando que siente que ahora es el momento y que sino cuándo sería. Frente a esto, se sostienen los dichos de S. y el lugar que ocupa para ella esta amiga. Sesiones más adelante, S. comenta con una sonrisa que tenía algo para contar: había tenido su primer menstruación. Diciendo que gracias a los consejos de su amiga “supo cómo hacer” se comienza a conversar sobre cómo fue ese momento. Con el correr de las semanas, se continuó conversando sobre los cambios corporales que ella iba sintiendo.
En otra sesión, S. refiere “estoy harta que la gente opine de mí”, relatando una situación con una compañera de vóley que le dijo que “no tenía forma”. Su mejor amiga, le dijo que no le dé importancia al comentario. A pesar de esto, S. ubica que ese comentario le afectó porque en la semana había estado teniendo pensamientos sobre su cuerpo, y que justo esa compañera comentó algo sobre una inseguridad suya. Continuando con el relato respecto a qué le da inseguridad sobre su cuerpo, refiere que la madre cuando ella se siente mal “la hace sentir menos”, minorizando lo que le sucede (en relación a su imagen). Asimismo, refiere que la madre “le marca todo”, incluso “hasta si tiene un grano”; a lo que se le dice que su mamá parece un espejo reflejando su imagen.
Articulación teórico-clínica
La pubertad es un momento de metamorfosis, es decir de transformación, que implica un periodo temporal, lógico y libidinal así como también de desasimiento de la autoridad de los padres, que se asocia al progreso de la cultura. Esta metamorfosis, será vehiculizada, u obstruida, por los Otros del sujeto.
Es posible ubicar a la pubertad como el momento biológico, en el que los cambios corporales irrumpen tanto en el cuerpo como en la imagen que el sujeto tiene de sí mismo. Así, se puede pensar como un Real que atraviesa cuerpo e imagen, frente al que no hay palabras que lo puedan nombrar; lo real de la pubertad es articulable con las tres definiciones de lo real en Lacan: con la disyunción entre la imagen y la identificación simbólica acentuada en el momento de su tratamiento en la adolescencia, con el púber que se ve tomado bruscamente por algo que no tiene nombre y modifica su imagen y por lo real vinculado a la no relación sexual (Stevens, 1998). Es en este punto que se puede postular que los Otros, serán quienes acompañen dicha irrupción; tanto con la mirada que devuelvan al adolescente de su nuevo cuerpo como con las palabras que le sean dirigidas, es decir, cómo son nombrados esos cambios. En este sentido, “la pubertad es un momento en el que, en efecto, el narcisismo se reconfigura” (Miller, 2013, p.3), tendrá entonces, el adolescente, que simbolizar la nueva imagen corporal que el espejo, y los Otros, le reflejan.
Dado entonces que “’no hay adolescente sin Otro’, esto es, sin sus padres, profesores o tutores, la institución o el analista. Las respuestas, la posición de los adultos que vendrán a investirse o no con la función del Otro, adquieren una relevancia fundamental, decisiva.” (Coccoz, 2012, p.77). Es así que se puede pensar qué lugares o funciones ocupan los Otros del púber entrante en la adolescencia; en el caso S., se encuentran diferentes modos en sus pares (mejor amiga y compañero de clase) y sus padres. La madre, perecería rechazar la sexualidad de S., al modo de la madre de Wendla en “El despertar de la primavera” de Wedekid, rechaza así un Real que se impone en el cuerpo de S., como así también rechaza las preguntas de S. sobre su cuerpo que habilitarían el trabajo psíquico de apropiar su nueva imagen, su narcisismo. El Otro materno, se presenta para S. como un Otro que dice “no” a esos cambios, refiriéndole que “va a saberlo cuando sea necesario”, a lo que S. responde contraponiéndose a eso, ubicando que siente que ahora es el momento y que sino cuándo sería. Esto, logra manifestarlo en análisis, espacio en el cual se toman los dichos de S., lográndose puntuar que hay otro que sí responde a ese querer saber: su amiga de vóley. Ésta, funcionará como “comodín” para S., a quien dirigirá sus preguntas.
Asimismo, S. no sólo insiste con que su madre no le responde aquello que quiere saber, sino que refiere que minimiza lo que le sucede con su imagen: verse gorda. El Otro materno, rechaza la sexualidad al tiempo que desestima lo sentido por S. respecto a su imagen, a la vez que su padre reacciona con enojo frente a sus dichos. Es así que surge el interrogante de cómo acompañar y sostener tanto la pregunta por la irrupción de los cambios corporales como por la diferencia entre lo que S. siente y lo que el espejo (y la mirada de los Otros) le reflejan. La compañera de vóley, oficiaría para S. como una mirada juzgante en la que se reflejan sus inseguridades, tomando dichas palabras como afirmaciones sobre su cuerpo: “no tiene forma”. En cambio, su mejor amiga del colegio, oficiaría para S. como una mirada más amable, que aloja el malestar y sanciona los dichos de la compañera de vóley como algo sin importancia. Dos miradas que reflejan de diferente modo la imagen de S. sobre sí misma. Pero, ¿qué ocurre con la mirada médica sobre la situación que atraviesa S. relacionada con su cuerpo? Si bien la lectura médica de la situación de S. parece rigidizarse en reducirla a los kilogramos que en los controles pese; la postura de la pediatra oponiéndose a la indicación de pertenecer a un grupo de adolescentes con TCA, podría pensarse como una apuesta a no nombrar lo que a S. le sucede bajo dicha etiqueta, dando lugar a que hayan otras intervenciones: los controles periódicos por “siempre estar al límite con el peso”.
Desde lo postulado por Miller (2013) en relación al lugar de los Otros y el saber, surge la pregunta sobre qué sucede cuando los Otros no habilitan el saber, no dan lugar a eso; saber que, según afirma, habría que buscar al campo del Otro y extraerlo de algún modo (vía seducción, obediencia, exigencia) pasando por una estrategia respecto al deseo del Otro (pp.5) Si bien S. con preguntas e inquietudes sobre los cambios corporales se dirige a un Otro significativo, como su madre, ésta no aloja dichos interrogantes; asimismo, como se mencionó anteriormente, remite a un tiempo indefinido el momento en el que S. tendrá las respuestas a sus preguntas. De este modo, podría pensarse que se obstaculiza la vía por la cual S. podría extraer ese saber. Dado esto, surge en el espacio de análisis el relato de S. sobre el lugar que tiene para ella su amiga de vóley; al decir que gracias a sus consejos “supo cómo hacer”, se interviene ubicando a ésta como un posible referente, un posible Otro, a quien dirigirse.
Conclusiones
Desde la articulación desarrollada, se pueden pensar las implicancias que tienen la mirada de los Otros para el púber entrante en la adolescencia. Viéndose la imagen del cuerpo modificada, el Imaginario trastocado por la irrupción de un Real; siendo lo nuevo para el adolescente, más que sus cambios corporales la aparición, nuevamente, del déficit de su saber en lo Real (Stevens, 1998). Es posible ubicar que prestar palabra, prestar Simbólico a lo innombrable daría lugar a la tramitación de ello; tramitación que se da a partir de la mirada devuelta por los Otros y la del espejo. Mirada devuelta por los Otros, mirada amable u hostil, de comprensión o incomprensión, que marcarán el cuerpo.
Tras el recorrido realizado, se puede ubicar que S. cuenta con la posibilidad de dirigirse a otros Otros en quienes buscar respuestas para aquello que no las hay, palabras para aquello imposible de nombrar. Se dirige a su amiga de vóley preguntándole, se dirige a su analista con la queja “si no es ahora, ¿cuándo?” en relación a ese saber al que no estaría dando lugar su madre.
En la actualidad, S. continúa con su espacio de análisis, y los padres con entrevistas de orientación. Como postula Coccoz (2012) es necesario mantener el espacio de entrevistas a padres con la finalidad de otorgarle la palabra al sujeto, siendo una oportunidad de distinguir las subjetividades comprometidas (p.1). Quedará entonces, como pregunta, si será posible en éstas que se abra la posibilidad de prestarle palabras a S. desde su lugar de Otros significativos para acompañar la adolescencia.