Lic. Belén Anastasio
Introducción
La época actual, marcada por la caída del Nombre del Padre, se ve comandada por el discurso capitalista y de la tecnociencia. Ahora bien, ¿cómo influye esto en la constitución subjetiva, en los modos de hacer lazo con el otro y en la familia?
Siendo la familia el ámbito donde se da la estructuración subjetiva y siendo el agente de transmisión del deseo, amor y goce y su tratamiento, ¿cómo se verá esto influenciado si el Nombre del Padre ya no es lo que lo comanda?
Las familias existen porque no hay instinto, éste se encuentra perdido; en su lugar, hay estructura, es decir, familia. En dicha estructura, hay elementos, lugares y relaciones que darán lugar a la estructuración de la subjetividad. La familia, entonces, es condición necesaria pero no suficiente para la estructuración subjetiva, dado que hay también la insondable decisión del ser que la trasciende. También, a partir de los agentes que cumplen las funciones materna y paterna, se introducirá lo azaroso y lo contingente en la estructura; la familia, por lo tanto, pondrá en juego el malentendido a partir del lenguaje, la no-relación sexual y la castración. Pero, ¿cómo pensar que se puede poner en juego la castración en la transmisión que hace la familia si la época empuja a que no haya falta? ¿Cómo pensar a la familia cuando la tecnociencia empuja al sujeto a que todo lo puede? ¿Qué pasa, entonces, con las funciones materna y paterna cuando el discurso de la tecnociencia es el que las orienta?
Desarrollo
Los efectos de la caída del Nombre del Padre en la actualidad es posible ubicarlos en las familias hoy. La actualidad, conlleva a que en las familias se separen la función materna/paterna del sexo y género autopercibido, a la vez que ya no implica que la pareja parental sea pareja entre sí. Tiempo atrás, el nacimiento se encontraba ligado a la relación de la pareja; ahora, la filiación queda separada de la reproducción, dado que ya no es necesaria la unión de modos de goce para procrear un hijo, debido a los avances de la ciencia.
Desde la ciencia, se abre la posibilidad a que un hijo nazca sin la necesidad de un encuentro con un otro, de la necesidad de armar lazo con éste; faltando el encuentro con un partenaire, que pondría en juego la diferencia, la ciencia ofrece no tener que encontrarse con ese obstáculo.
A partir de estas condiciones, la tendencia es ir hacia la parentalidad como modo de posicionarse en los cuidados, ya no siendo las funciones materna y paterna las predominantes. La época, empujando hacia la igualdad, desdibuja las diferencias en dichas funciones, emparejando a ambos agentes y dejando de lado la transmisión que se da a través de las mismas. Así, en los cuidados no se transmite la falta, que sería transmitida mediante las funciones materna/paterna, sino que lo que se transmite es lo opuesto, que no falte nada, faltando la falta.
La parentalidad, caracterizada por cuidados en los que no falte nada, sin transmitirse la falta, se rigen por ser cuidados desde la información tomada de la tecnociencia, y no por la transmisión de un saber hacer. De este modo, falta el saber sobre el niño, que daría lugar a, por ejemplo, otorgar un sentido a aquello que le pasa, un sentido dado a partir del posicionamiento en la función materna/paterna. En efecto, padre y madre no se ubican en el lugar de saber, tomando la tecnología dicho lugar. Asimismo, en la parentalidad se encuentran dos sujetos en posición de maternaje, borrándose la diferencia; no son sujetos que como pareja dan lugar a la transmisión al niño, sino que son sujetos que comparten la crianza de éste.
La época caracterizada por el avance de la tecnociencia, borra al sujeto como barrado, obturando su falta con los gadgets que brinda para ello y ubicando en la ciencia el saber. Siendo el discurso capitalista el que comanda en la actualidad, “el sujeto (…) no está dividido entre dos significantes, como ocurre con el sujeto del discurso del amo clásico” (Soria, s.f., p1). De este modo, orientados por ese discurso, se buscará en lo ofertado por él un “saber hacer” con aquello que abra una pregunta, un vacío. Aquí, es posible ubicar lo que sucede hoy en día con la función materna/paterna en contraposición con la parentalidad.
Entonces, en función de ubicar el declive del Nombre del Padre en la época, sería posible pensar que la tecnociencia viene al lugar de éste, modificando la transmisión del saber en los cuidados y el modo de hacer lazo; de este modo, se corre lo singular en dicha transmisión, así “(…) el conocimiento científico asienta sus certezas en el terreno de lo cuantificable y anhela, a partir de allí, reducir la pluralidad fenoménica (…) lo verdadero y lo bueno no se sostienen en los significantes amo, sino en el saber de los expertos” (García, s.f., p2). La ciencia, con la pretensión de ganarle a la castración, hace que el obstáculo, encarnado en lo social y en la familia, se ve influenciado por la tecnología que forcluye la falta y la castración, dando lugar a que no haya un obstáculo como tal.
Asimismo, es posible sostener que con la caída del Nombre del Padre, los sujetos quedan empujados a la falta de límite y obstáculo, faltando la falta. Para el niño, queda desdibujada la figura de otro que oriente y limite.
En tanto el Otro está caído y devaluado, identificaciones, amor y deseo, que son los modos de hacer lazo al Otro, no tienen lugar, lo que deja a los niños solos con la pulsión que, o está desdibujada por la falta de un significante que le haga de plomada o está retenida por un significante solo, que ocupa el lugar de lo real, recortado del resto de los significantes, dotado de la propiedad de lo absoluto (Negro, s.f., p1).
Por lo tanto, desdibujadas las funciones falta el obstáculo para el niño, no se internaliza el límite, viviéndose el límite como lo que limita el goce que se había tomado como válido. El límite, no es tomado desde un Otro que lo sanciona sino desde un otro que es un par que pone límite al goce. Así, se genera rivalidad, es el otro o yo, no habiendo un Otro que oriente al niño; el otro se vive como aquel que quiere ser la excepción y no aquel que está sometido también a la excepción y la regla, no siendo un límite que introduce el deseo limitando al goce, prohibición de lo pulsional, por parte de quien no tiene autoridad de la ley en el deseo.
La función materna y paterna como transmisión de la ley en el deseo y de un interés particularizado, transmiten la diferencia. Faltando dicha transmisión, por predominar la parentalidad, falta la diferencia, faltando la falta, siendo la falta lo que da lugar a que el niño se aloje y pueda ser deseado. En la época actual, caracterizada por la caída del Otro, no hay un Otro que nomine, que transmita la diferencia. Lo que hay, es un empuje a que el niño sea el que elija, quedando solo respecto del Otro, en efecto, “(…) en la época actual la nominación paterna es sustituida por el nombrar-para, nominación para la cual generalmente alcanza con la madre, que designa un proyecto para su hijo, y que finalmente, cuando se prefiere este tipo de nominación al nombre del padre, lo social toma una prevalencia de nudo” (Soria, s.f., p2). Así, podría pensarse a lo social como lo que podría oficiar de límite, obstáculo y nominación para el niño, sin quedar sin un Otro que lo oriente.
Conclusiones
A partir de lo desarrollado, se puede ubicar que es mediante la función materna y paterna que se transmite de la ley en el deseo y el deseo como no anónimo, un interés particularizado, transmitiéndose la diferencia. Si las funciones se ven desdibujadas y la tendencia es ir hacia la parentalidad en la crianza, ¿cómo pensar en la actualidad la transmisión de la ley? ¿Cómo pensar la transmisión de un deseo que no sea anónimo y que aloje al niño? Entonces, ¿qué lugar para el niño?
Si en la época a través de la ciencia, discurso que la comanda, se obtura la castración, ¿cómo pensar la transmisión de ésta por la familia? Funciones desdibujadas, un Otro caído para el niño, ¿qué lo orienta, entonces? El empuje a un goce ilimitado, a la falta de límite a la pulsión, será con lo que el niño se encuentre.
La tecnociencia, ocupando el lugar del saber, brinda respuestas armadas que “encajan” con lo que se necesita, incluso saliéndose del malentendido del lenguaje. De este modo, podría pensarse que son los mismos agentes de las funciones materna/paterna quienes entronan como Otro a la ciencia, dando lugar a que sus funciones como tales sean comandadas por ésta y, por ende, el niño sea producto de ese saber, sin poner en juego la transmisión de un saber propio sobre é
l, desde la falta.