Abuso sexual en la infancia. Una mirada desde la Psicología perinatal

Lic. Irina Poletti – Noviembre 2019

(Agradecimiento)

Me gustaría comenzar con una idea. Como estuvieron escuchando desde ayer, un concepto que puede resumir a la psicología perinatal es el de prevención. Prevención desde el embarazo, desde los primeros encuentros o desencuentros, trabajando junto con la familia y los profesionales que acompañan estos momentos iniciales para poder modificar aquellos comportamientos potencialmente patologizadores. Gracias a los aportes de Bowlby, Spitz, Winnicott, Stern entre otros, sabemos que el adulto tiene un rol fundamental e imprescindible en los primeros años de vida del niño: Este tiene por función principal proteger y garantizar la supervivencia del niño debiendo brindar para esto, no sólo cuidados biológicos y fisiológicos, sino también, afecto y cuidados amorosos. Si el entorno que sostiene al niño es suficientemente bueno, ira promoviendo y acompañando la organización del niño y su progresiva diferenciación con el mundo exterior y sus otros. Entonces, ¿por qué hablar de Abuso sexual hacia niños, niñas y adolescentes en un pro-congreso sobre Psicología Perinatal? Porque aunque nos duela y cueste pensarlo, el abuso sexual también lo padecen los niños en la primera infancia. En las antípodas de la idea de la prevención, se encuentra el diagnóstico y la sospecha de que un niño esté sufriendo un abuso. Acá ya llegamos tarde. Hubo vulneración de derechos. Por eso es fundamental la educación sexual integral desde los primeros años. La visibilización y concientización de esta temática tanto para padres como para profesionales y con los chicos, para poder trabajar y acompañar a quienes ya lo están padeciendo y poder, con el conocimiento, detectar y prevenir situaciones futuras.

El abuso sexual está dentro de lo que es el maltrato hacia los niños, pero con la particularidad de que las marcas que deja no son visibles a simple vista o al ojo no atento. El abuso sexual en la infancia es silencioso. El abusador suele ser alguien del entorno cercano al niño, que aprovecha el contacto cotidiano en momentos de soledad para llevarlo a cabo. Y aquí me gustaría hacer una salvedad, siguiendo a Eva Giberti, y plantear al abuso no como abuso sexual infantil sino como abuso sexual contra/en la infancia, porque si no el adjetivo “infantil” califica al hecho y este de infantil no tiene nada. Seguimos entonces, el abuso suele comenzar con una seducción al niño: haciéndose el amigo, pasando por confidente, ofreciendo regalos y agasajos para hacerlos sentir especiales pero solicitando mantener el secreto, un “secreto especial”. Secreto que puede ser custodiado también por advertencias de distinto tenor: “si lo contás, se van a enojar, no nos vamos a ver más” o un poco más agresivas como amenazas para gente querida del niño, normalmente la progenitora y hermanos, implicando una manipulación del niño. Esto pone en juego su capacidad de percepción, porque algo que es registrado como excesivo, y por tanto displacentero, se le dice que está bien. Aquel que debía cuidarlo, lo abusa con maniobras engañosas. La percepción queda comprometida, incidiendo luego en todo el desarrollo psíquico del niño. Sabemos que el cuerpo humano, es un cuerpo psique-soma, por lo cual veremos síntomas tanto físicos como psicológicos: llanto excesivo en niños pequeños, desatención, enuresis, encopresis, trastornos en el sueño, en la alimentación, agresividad entre otros. Podemos pensar aquí en lo “Siniestro” que plantea Freud, cuando lo familiar se vuelve extraño, ominoso y siniestro. 

Para ir precisando un poco más a qué nos referimos cuando hablamos de abuso, podemos ubicar, dentro de las muchas variables en juego, dos elementos siempre presentes. El abuso involucra una conducta (sea tocamiento, penetración o exposición a situaciones de contenido sexual) que implican, según Finkhelor (2008)( filminas tipos de abuso)

una coerción para utilizar al niño con fines sexuales y

la asimetría entre las partes, sea esta por edad o poder. 

El adulto que debía velar por el cuidado del niño, omite y expone a un entorno que abusa. Imaginen todo esto irrumpiendo en el cuerpo y la psiquis en constitución de un niño pequeño. El abuso sexual contra la infancia, a diferencia de lo que podría ser una violación como evento disruptivo y único, sucede de manera sutil, insidiosa, manteniéndose a lo largo del tiempo – pueden ser años- por la cercanía del contacto entre el abusador y el niño. Acompaño lo último dicho con datos y números que nos brinda Unicef Argentina:

El 28% de los casos denunciados es de niños de entre 0 y 5 años.

El 47% niños entre 6 y 12 años

El 25% de los casos denunciados, entre 13 y 17 años.  

En 3 de cada 4 casos, el agresor es un familiar directo o persona de confianza

En el 53 % de los casos, el abuso sucede en el hogar de la víctima.

En el 18 % de los casos, en la vivienda del agresor.

En el 10 % de los casos, en la casa de un familiar.

En la mitad de los casos, el agresor vive con el niño victima

Los agresores son en 75 % de los casos, un familiar, de los que

40 % de los casos es el padre.

16 % de los casos es el padrastro.

La mayoría de los agresores (89%) es de género masculino

Las estadísticas nos muestran que la gran mayoría de los casos, es una persona del entorno familiar (docente, alguien del club, iglesia, familiares) quien lleva a cabo la agresión. Es un entorno de conocido para el niño y para la familia, lo que dificulta el develamiento, porque confía el niño y confía el entorno. En ocasiones sucede que hay madres (estadísticamente hablando son quienes más se ocupan de los cuidados del niño) que son entregadoras de sus hijos, pero también sucede que hay madres que no lo pueden ver por su propia sintomatología, depresión, enfermedad o historia de abuso. Puedo pensar en una madre (la recibo en el consultorio privado en Belgrano, formación universitaria incompleta, trabajo en blanco y estable y con cursos de formación en crianza) que aunque su niña desde que tenía 3 años lloraba cada vez que tenía que ir con su papá, llegaba de la casa de este con la vulva irritada, tenía infecciones urinarias a repetición, pesadillas y ansiedad oral voraz, por su propia historia no podía ver el abuso al que su hija estaba expuesta por su progenitor. La abuela materna de esta niña había sido víctima de abuso sexual intrafamiliar y su abuelo materno tenía el mismo perfil psicopático que el progenitor de la niña. Vemos aquí como una mamá con recursos simbólicos y sostenimiento afectivo puede no ver, literalmente, lo que le pasa a su hija, operando la renegación en ella misma. E. la niña, era abusada por su papá y su mamá no pudo resguardarla.

El niño no tiene palabras ni recursos para simbolizar el evento abusivo. Es un exceso en el cuerpo y la subjetividad que se mostrará en conductas, dibujos o juegos que den indicios de lo que padeció (Bleichmar, 2009). El abuso irrumpe como un exceso. Exceso no solo en el cuerpo, sino también en la psiquis. Cuanto más temprano haya comenzado el abuso, mayores consecuencias tendrá en la constitución subjetiva, siendo más masivas las defensas psíquicas a implementar. En estos primeros tiempos, lo psíquico no está aún diferenciado de lo corporal ni tampoco diferenciado en instancias psíquicas. Recuerdo el caso comentado por una colega de una niñita muy pequeña que luego de comenzado el abuso por parte del progenitor, esta se retiró del mundo simbólico: no miraba, no controlaba esfínteres, no jugaba. Se cerró, replegándose en sí misma. Salvando las distancias, podemos pensar que algo análogo sucede cuando un bebé es sobre-estimulado, cuando el entorno sobrepasa la capacidad del bebé de ir procesándolo, el niño cierra los ojos y se duerme. Se aleja del mundo. Cuando cesa el estímulo y el niño descansó, retorna. En la continuidad del abuso, sino se interviene, el niño continua recluido a modo defensivo. Si el abuso comenzó cuando el niño, ya había adquirido el lenguaje, punto de inflexión en la simbolización, podrá implementar defensas menos masivas pero igualmente dañinas para su salud mental: la disociación, la desmentida del hecho acontecido, la sobre-adaptación a un medio que vulnera. 

Para poder pensar la magnitud de un abuso sobre un niño mencionamos las maniobras que realiza el perpetrador sobre el pequeño, tal como los enumera Macarena Cao Gene (2019)

•ABUSA del cuerpo, de su confianza, de su afecto y de su obediencia

•SOBREESTIMULA: su cuerpo, sus sentimientos y su seducción natural que debió fluir libremente

•DISTORSIONA sus valores 

•DESETABILIZA los vínculos

•FAVORECE la pérdida de los límites

•OBJETALIZA, IGNORANDO su condición de niño/a

•PISOTEA sus derechos a ser querido, protegido, respetado y amparado por sus mayores

•CONFUNDE el alcance de los roles

•IMPIDE el acceso correcto a los valores

•Le HACE SENTIR vergüenza y culpa: por las agresiones sufridas – por haber “participado” – por haber contado después

•Le INCULCA responsabilidad en los hechos

Por lo que difícilmente el niño pueda relatar el abuso espontáneamente. Este hará síntoma por otro lado. Y como todo síntoma deberá ser leído y descifrado para poder captar el mensaje que nos envía. El develamiento del abuso, sea por relato espontaneo o por detección de otro, abre dos caminos.: 1) El niño no es creído y su palabra no es escuchada por lo que queda nuevamente desprotegido, sin, nuevamente, un adulto que lo proteja, redoblando el desamparo (violencia secundaria). Es por esto mismo, que a partir de la Ley 27.455 (de finales del 2018) el abuso pasa a ser un delito de instancia pública, es decir que el Estado debe investigar de oficio cualquier denuncia sin necesidad de que la madre, el padre o el tutor tenga que ratificarla. 2) Puede suceder también, que el niño hable, se realice la denuncia, se tomen las medidas necesarias para proteger al niño y comience el periplo judicial en busca de pruebas que permitan dirimir el destino de aquel que ha sido acusado de abuso. Y allí se le pide al niño, quien ya fue expropiado de su condición de tal, que siga manteniéndose fuera del lugar que le corresponde, y que hable, cuente, relate el abuso con pelos y señales como si fuera grande… Como los abusos no suelen dejar marcas físicas, el relato del niño sería la prueba por excelencia, pero los niños son niños y no tienen con el lenguaje la misma relación de intimidad que nosotros. Alicia Stolkiner dice que el niño es un extranjero que habla una lengua que hemos olvidado, por lo que para hospedarlo, para comprenderlo digo yo, debemos aprestarnos a escuchar con mucha atención, a leer, a mirar para tratar de entender lo que nos quiere transmitir (acá habría un punto de convergencia con la psicología perinatal, porque en los primeros tiempo lo verbal no tiene lugar central). La palabra es sólo una de las vías posibles que tiene el niño para manifestar lo que le sucede. Hay otros medios semióticos que le son mucho más afines, sobre todo en el período de la primera infancia que estamos pensando aquí. El niño puede expresar lo que le pasa corporalmente, mediante producciones gráficas o lúdicas. Lamentablemente no siempre estás son tenidas en cuenta. Recuerdo haber ido hace poco a brindar declaración testimonial sobre el abuso relatado por una niña en sesión , y que a finalizar la fiscal me comente, así como entre amigas, que más allá de que la niña haya hablado conmigo y en otros espacios – no así en la cámara Gesell- ellos necesitan que la niña hable como ellos necesitan, resaltándome que estaba en juego la libertad de un hombre… lo único que yo pude decir, fue que los niños hablan como pueden, cuando pueden y que somos los adultos los que tenemos que escuchar. “Si, si… pero igual”… Ojala me hubiera salido decirle que allí también estaba en juego una niña, su libertad y su derecho a crecer en un entorno que la proteja y estimule sanamente… No me salió. Los pasillos judiciales suelen ser pocos amigables, para los profesionales también.

Pienso en otra madre que desde que el niño tenía 2 años y medio, cuando su abuela materna, le estaba limpiando la cola, le cuenta a esta que su papá le metía el dedo ahí. La abuela le cuenta a la mamá del niño y esta a su vez increpa al progenitor del mismo, quien niega toda acusación. Esta mamá consulta a un Hospital público de CABA y allí una profesional le dice que si había sucedido, ahora el padre iba a estar más observado por el entorno y seguramente no lo volvería hacer porque si no era un “bol*do”. La madre deja que el niño siga en contacto con el padre, con la vigilancia de la familia paterna… y el niño vuelve a hablar, esta vez también con juegos y son estos los que más le llaman la atención a la madre (ella decía que de la palabra siempre se puede dudar, de si se oyó bien, de si se trasmitió bien). Nuevamente comienza la madre a buscar profesional ante su duda… a través de varias colegas, me llega a mí. Ahora M tiene 4 años y medio. Me habla del padre, quiere verlo. Pero ante un juego de él (golpea, salta, hay un desborde corporal, rompe cosas y juguetes sin querer) que consistía en pedirme que tenga la cartuchera de lápices colgada –como si fuera una bolsa de boxeo. Esto se repite una sesión y luego otra. Le digo que me parecía que estaba muy enojado, me dice que sí, que con su papá porque le metía el dedo en la cola y eso le hacía sentir fuego. Vemos aquí a una profesional que desconoce sus obligaciones de denunciar la sospecha de abuso sexual a niños (Ley 24417) y apela al sentido común del presunto abusador (¿?), habiendo dejado expuesto al niño a dos años más de abuso. Hay profesionales que dejan desamparados a niños, niñas y adolescentes, por desconocimiento o negligencia. Ya dice el dicho que el camino al infierno está lleno de buenas intenciones….

Vemos aquí porque decimos que el entorno que debía ser suficientemente bueno para asegurar el desarrollo saludable del niño, es el que vulnera. Aquí el ambiente facilitador (pienso en la funciones de holding y handling de Winnicott) cayó y se quebró. Quisiera cerrar recordando una cosa. Los niños no mienten, no en estos aspectos. Nadie dice que no mientan los niños, pero lo hacen sobre cosas que son accesibles a su mundo simbólico. Respecto a situaciones abusivas, No. Porque los niños no pueden mentir sobre lo que no tienen conocimiento, no tiene los elementos para hacerlo. Se dice a veces que los niños son fabuladores, que inventan estas cosas, pero son los adultos los que más tienen esa capacidad, el niño cuenta con menos recursos para poder hacerlo. Para ejemplificar lo que digo, recuerdo el relato de otra colega que hace años me impactó. Una niña de 3 años le conto en su terapia, entre otras cosas que su papá le hacía “pis blanco”. Me pregunto ¿cómo alguien podría dudar de eso?, ¿con qué elementos contaría una niña tan pequeña para inventar eso? (caso jardín de Lomas, profe de música, plasticola blanca). Para ir cerrando, quisiera mencionar que una vez que el niño devela el abuso, es posible que se retracte. Esto, lejos de ser un indicador de que el niño lo inventó, viene a confirmar el diagnóstico. La retractación viene como parte del develamiento y se suele dar en casos de abuso sexual intrafamiliar, por las consecuencias que tuvo la denuncia. Conocer que es parte esperable del proceso, ayuda a sostener y confirmar el diagnóstico, a creerle al niño y poder seguir manteniendo los recursos necesarios para su protección. Los abusos sexuales contra la infancia son responsabilidad de todos. Aunque no nos guste la temática, considero imprescindible la formación en el área para estar capacitados para detectar la sospecha y poder actuar pertinentemente. Les dejo en las filminas los números a los que pueden llamar para tener asesoramiento ante la sospecha de un abuso y algunos de los lugares a los que pueden denunciar. Por ley, cualquier adulto que tenga conocimiento sobre la existencia de vulneración de derechos a niños y adolescentes debe hacer la denuncia, pero como profesionales en contacto con niños tenemos la OBLIGACION de hacerlo, resguardando a los que aún no pueden hacerlo por si solos. 

La psicología perinatal nos brinda herramientas y la posibilidad de intervenir en el momento preciso donde las cosas se están gestando. Hablar de Abuso Sexual Contra la Infancia en el ámbito perinatal es saber y pensar qué se puede intervenir antes y durante los primeros años, para pensar, poner palabras y transformar realidades. Esa es la potencia que tiene la Psicología Perinatal y a eso apuntamos.

Y ahora sí, para cerrar, les comparto un video que explica y resume muy bien la carga y los efectos de un abuso. Es un muy buen recurso, para facilitar y allanar el camino para que el niño pueda reconocer lo que es un abuso, diferenciado los secretos malos (que mencionaba al principio como maniobra del abusado) de los secretos buenos, cómplices, picaros con sus amigos, sus familiares (esconder un regalo, guardar una sorpresa, decirle a la seño que quiero ir al baño para seguir jugando con mis amigos).

Muchas gracias.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *