Secuestros psíquicos, memorias traumáticas

Agresiones sexuales contra niños, niñas y adolescentes

Macarena Cao Gené (2023)

“La memoria, al elegir lo que conserva

y lo que desecha, no sabe de casualidades” 

Osvaldo Soriano

«El pasado es un prólogo» 

William Shakespeare

Estimado lector, comienzo este texto con la humilde pretensión de estar junto a Uds. para decontruir conceptos llegando así a hacernos más preguntas de las que ya tenemos, a sabiendas que no tendremos para todo una respuesta. Pero, y a pesar de ello, seguiremos buscando… Si les pidiera, mientras dan inicia a esta lectura, hagan el ejercicio de recordar algunas vivencias de su infancia o tal vez de su niñez, es altamente probable que en principio tengan que hacer un esfuerzo para bucear en su memoria para hallar algunos poquísimos recuerdos. En la medida que emergen, se presentan, escenas vinculadas con emociones y sensaciones, algunas imágenes que en apariencia son nítidas pero con ciertas confusiones en cuanto a la precisión de detalles, época y personas de alrededor. Algunos de Ud. tendrá en su bagaje de recuerdos momentos más o menos agradables, pero también hay de los otros; algunos que preferiremos volver a olvidar. Pero también contaremos (necesariamente) con lagunas mnémicas, que no siempre serán rememoradas. 

Estos recuerdos forman parte de un engranaje neuronal enorme. Estamos hablando de un complejo sistema de redes, de millones de neuronas que lo constituyen. “Este enjambre neuronal se denomina Conectoma: procesando aproximadamente 1000 exaoctetos de información. (…) Se sabe que un cerebro almacena más que todos los servidores de Google, es decir que analizar el SN es más dificultoso que investigar el mayor motor de búsqueda de internet” (Brusco, 2018).

Intento que podamos reflexionar sobre las memorias no cronológicas de hechos acontecidos, sucesos no lineales atravesados por multiplicidad de acontecimientos que se entrecruzan en un juego de interpretación sucesiva y simultánea mediante el trabajo de desciframiento, interpretación y rehistorización. (Rodulfo). Lo central que nos ocupa es, si esos recuerdos por estar vinculados con un hecho que nos resultó disruptivo, por lo excesivo, por la intromisión, por lo obsceno van a presentar características, un vivencial traumático y si son alojados en nuestra memoria como algo irreparable, alguna experiencia de la cual no podemos dar cuenta. La trama expuesta puede resultar ininteligible cuando escuchamos relatos de niños, niñas o adolescentes (NNA) agredidos sexualmente. La violencia sexual sufrida implica un efecto de turbulencia, conduce a sostener que en el horizonte de las experiencias nos hallaremos frente a un cúmulo de vivencias no susceptibles de representación, por ende no serán metabolizables (Bleichmar).

Quiero subrayar (como ya lo he trabajado anteriormente) que las violencias sexuales contra NNA son llevadas adelante por sujetos, en su mayoría conscientes y punibles. No son monstruos, no son depredadores sexuales, no son solo pedófilos. Son pederastas que utilizan diversos medios y métodos para llegar a quienes serán sus objetos de goce. Son seres humanos que se “camuflan” bajo perfiles socialmente aceptables siendo verdaderos criminales. Esta distinción parece una sutileza pero no es algo meramente superficial. Si por error, los pasamos a un plano en el que podrían confundirse con seres de ficción, no habría pena posible para ellos, porque solamente se puede constituir un delito en función de un ciudadano que lo lleva adelante. Esto nos conduce a ser precisos, también en como los nombramos. Habrá diferentes penas y destierros para ellos, pero es necesario que los impliquemos como sujetos responsables de sus actos. Tampoco debemos patologizar su acto, porque estaríamos patologizando un delito. Siempre, es el caso por caso y no habrá dos iguales, en tanto el sufrimiento de cada NNA es singular y único. Las agresiones y violencias sexuales implican una acción de intromisión en el psiquismo de los NNA y esto trae consecuencias a corto, mediano y largo plazo. El efecto es arrasador, en tanto los agresores sexuales atacan y destruyen el polo perceptivo de las víctimas, lo cual hace que esos niños y niñas a veces confundan y son confundidos con intencionalidad sobre lo que les está sucediendo. Es por eso que uno escucha (cuando pueden contar esto): “no sé si me pasó a mí”, “no sé si estaba despierta”, “ creo que lo soñé y fue una pesadilla”. Hay una confusión perceptual. 

Aquí se abre otra inquietud: hay quienes osan en cuestionar los tiempos en que los damnificados pueden comunicar lo que experienciaron… ¡qué falta de respeto para aquel que sufre! Lo vivido, siempre, logramos contarlo cuándo y cómo podemos, sin preámbulos, sin “mejores palabras” o “modos entendibles”. Insisto, hay un atrapamiento subjetivo que introyectado convierte a ese NNA en marioneta de la acción espúrea y vil del agresor sexual. Se producen verdaderos secuestros psíquicos. ¿Cómo logra ese NNA manifestarse si está usurpado psíquicamente? 

 

Capacidad y habilidad de recordar en los NNyA 

Tanto la capacidad como la habilidad para recordar son aptitudes que los seres humanos tenemos en potencia. La capacidad, es la aptitud con que cuenta toda persona para llevar a cabo cierta tarea. Y habilidad, hace referencia a la facilidad, maña y rapidez para llevar a cabo cualquier tarea o actividad propuesta. 

Siguiendo al Dr. Brusco (2018): “Sin embargo existe un proceso infantil que se torna extraño hasta aproximadamente los tres años: que es la memoria consciente. Por algún motivo funcional no aparece hasta esa edad. Pues descriptivamente los primeros recuerdos se producen alrededor de ese momento. (…) Se piensa que en los primeros años de vida probablemente sucede una reproducción neuronal que impide que se incorporen los recuerdos” Durante años se pensó que los niños pequeños eran sujetos pasivos en lo que hace a las habilidades cognitivas para organizar y dar sentido a sus percepciones, careciendo de la posibilidad de conservar recuerdos de modo confiable. En las últimas décadas, esta visión ha cambiado debido a investigaciones que demuestran que los niños tienen la capacidad de recordar estímulos perceptivos y que con su desarrollo va mejorando su capacidad para almacenar recuerdos y con la adquisición del lenguaje, su habilidad para comunicarlos. (Intebi). 

Para evaluar las sospechas de violencia sexual y comprender los testimonios de NNA, hay que entender como estos acopian y luego transmiten sus recuerdos, teniendo en cuenta que la naturaleza de los acontecimientos vividos influye en los modos en que se inscribe la huella mnémica. No está de más aclarar que, aunque “los niños vivan en un mundo donde la imaginación cobra relevancia no implica que confundan la realidad con la fantasía”, por lo tanto un niño es incapaz de fantasear con algo que no se encuentre dentro de su campo representacional constituido por algun vivenciar. 

La memoria es el reflejo de lo que ha sucedido en algún momento previo. El recuerdo y el reconocimiento son procesos de la memoria en sí misma. ¿Cuándo se comienza a memorizar? Y ¿a recordar? 

Hay investigaciones que concluyen que el bebé en el útero inscribe huellas que luego podrá evocar. Sin embargo, la mayoría de las personas refiere su primer recuerdo a partir de los 3 años de edad, pero, aunque no se tengan recuerdos de vivencias pasadas, éstas sí afectan los comportamientos posteriores . 

En la niñez temprana, los niños no tratan de memorizar a propósito, pero recuerdan sucesos que les causaron una impresión particular. La mayor parte de los recuerdos son de corta duración y no suelen recordarse en etapas posteriores de la vida. (Muñoz). Siempre queda el lazo emocional de aquella escena vivenciada, tanto en recuerdos positivos como en negativos. 

A esta altura, otra distinción que hay que hacer es entre la conducta de reconocimiento y el recuerdo. Entendiendo la primera como la capacidad para identificar algo ya conocido y que vuelve a verse, por ejemplo, distinguir entre un grupo de fotos cuál ya se había visto anteriormente. El recuerdo, implica la capacidad para evocar algo que está conservado en la memoria. 

Entonces, la diferencia sustancial estriba que ante un estímulo presente puedo recordar o reconocer, pero solo ante la ausencia tengo la capacidad de recordar en tanto haya estado presente en algún momento. Desde las neurociencias se sabe que las vivencias reales y los elementos imaginados quedan ubicados en espacios cerebrales diferentes, pero cuando lo imaginado se va repitiendo, se ubica en el mismo espacio que el real. Entonces, el inconveniente no es cuánto uno se olvida, sino cuáles elementos añada y no se percata que lo está haciendo. De este modo es como puede surgir un “recuerdo falso” al tener en la memoria un hecho que no ha sucedido en la realidad material, pero sí en la realidad psíquica, aunque se lo recuerde como real. 

Sumando a la complejidad, diremos que la memoria implica también reconstrucción, y no solo recuerdo. Freud lo había trabajado hablando de los recuerdos encubridores, donde solo una parte del contenido real vivenciado quedaba. El tamiz de las emociones y experiencias previas entremezclan cada acontecimiento. “En psicopatología de la vida cotidiana” plantea que ha partido de una constatación extraña: los primeros recuerdos infantiles de una persona se relacionan, frecuentemente, con cosas indiferentes y secundarias, mientras que, de las impresiones afectivas importantes de la misma época no ha quedado ninguna huella. Podríamos suponer que el criterio de selección de la memoria infantil es distinto al de la memoria adulta. Los recuerdos indiferentes de la infancia deben su existencia a un proceso de desplazamiento. Son sustitutos de impresiones afectivas importantes, cuya reproducción directa tropieza con una resistencia. El recuerdo indiferente solo se conserva a causa de su vínculo asociativo con otro recuerdo reprimido. Esto justifica el nombre de “recuerdo pantalla”. (Kofman, 1973). El psicoanálisis tiene para aportar que no existe garantía posible en cuanto a su exactitud. La mayoría de lo que recordamos está falsificado, incompleto y sufrió un desplazamiento espacial y temporal; y esto no se debe a fallas de la memoria ni a su infidelidad. “Las deformaciones se deben a la intervención de un factor parcial, a fuerzas psíquicas poderosas que forman y orientan nuestra manera de evocar el pasado”, del mismo modo que vuelven incomprensibles nuestros años de infancia.

 

¿Se puede distinguir el recuerdo de la fantasía?

Si bien el recuerdo es un producto compuesto y no una traducción de lo vivido, lo que lo distingue de la fantasía es la huella mnémica, cuyo contenido ofrece a la fantasía un punto de contacto que viene a su encuentro. El resto del contenido de la fantasía es remodelado de modo que se encuentren los puntos anteriores de contacto con la escena infantil… y la escena en el curso del proceso también es transformada. Entonces diremos que existe una transformación recíproca del pasado por la fantasía y de ésta por el pasado, a partir de las huellas mnémicas que sirven como punto de contacto y anclaje del uno con el otro. Las únicas falsificaciones que encontramos se deben a los desplazamientos, condensaciones, sustituciones y a las combinaciones. Igual que en los sueños. En el recuerdo, el pasado aparece siempre deformado. El sentido de la experiencia está dado siempre a posteriori. Las escenas del pasado actúan de modo diferido (nachthaglich). En el momento en que el niño vive una experiencia, no la comprende… solo puede atraparla al revivirla. (Kofman). En ese mismo momento es cuando se convierte el recuerdo en fantasía. Y la apuesta del psicoanálisis es más fuerte aún: solo por medio de un análisis se podrá comprender su sentido.

El proceso se da en tres tiempos: el de la experiencia, el de la formación del recuerdo-fantasía y el de la interpretación. Entonces, el recuerdo es una construcción sustitutiva originaria que suple la falta de sentido de la experiencia pasada. La memoria es siempre imaginación. (Kofman). El sentido no se da en la presencia, se construye a posteriori. Otras líneas de pensamiento neuropsicológicas sostienen que la construcción de recuerdo puede suceder en respuesta a las sugestiones de otros cuando no se logra codificar la información. Sostienen además que los niños pequeños parecen especialmente susceptibles a la sugestión y construyen con cierta facilidad recuerdos hasta detallados de escenas que nunca sucedieron cuando son empujados por preguntas repetidas por adultos a los que se les deposita confianza. Ítem a tener en cuenta cuando se realizan las entrevistas clínicas y mismas la toma de testimonio en Cámara Gesell.

 

Retornemos para avanzar: las experiencias psíquicas y el recuerdo 

Las experiencias psíquicas se almacenan en forma de engramas en las estructuras del SNC. En nuestro inconsciente las huellas mnémicas forman un acervo de vivencias y experiencias. ¿Cómo quedan almacenadas las vivencias que se tornaron displacenteras? ¿Lo disruptivo, lo traumático y lo conciliable con el yo se conservan en nuestra memoria del mismo modo? Los NNyA que fueron violentados sexualmente, ¿de qué modo registraron lo vivido y como lo recordarán? A esta altura, es correcto puntualizar a que llamaremos Trauma, atribuyéndole el lugar epistémico adecuado para comprender los procesamientos psíquicos. La capacidad de asimilar la vivencia experienciada como traumática dentro del contexto de una narrativa vital todavía no está al alcance de estas personas, debido tanto a que los recuerdos traumáticos no están codificados dentro de la memoria autobiográfica, como a que la activación fisiológica recurrente de origen traumático continúa generando una sensación somática de amenaza un “terror mudo” (Van der Kolk, Van der Hart y Marmar, 1996; véase también Siegel, 1999). Benyakar (2003) conceptualiza a “lo traumático” como un abordaje integrativo de un proceso psíquico de desarticulación entre afecto y representación. Lo traumático es un fenómeno psíquico provocado por un impacto externo que ocasiona una falla de la capacidad procesual. Entonces, lo traumático no es lo que sucedió en sí, no es el hecho fáctico, sino la manera en que cada psiquismo lo vivencia. Es en la singularidad que se construye el acervo de la memoria. “La vivencia de no vivencia” es el modo de procesamiento psíquico traumático en el que paradójicamente falta la capacidad de procesamiento misma

¿Qué relación hay entre la memoria y el olvido? La psicoanalista francesa Micheline Enriquez escribió que hay dos memorias: una rememorable, inmutable, repetitiva, inalterable frente al paso del tiempo, cuya presentación es bajo la forma de una amnesia desorganizada y no ligada, generadora de un hueco en la experiencia, no entra en relación con ninguna otra experiencia de la vida, es el introducto, lo no dicho, el secreto, lo indecible. Y “memoria olvidosa”, amnesia organizada en transformación incesante, que se contradice, se reescribe, se borra y resurge, se inscribe en la temporalidad, es modelada por la fantasía, el pensamiento y hasta por la interpretación misma.

 Desde esta perspectiva teórica a la cual adhiero, ¿cómo abordamos al niño traumatizado? Sabemos que una de las posibilidades, a veces mínima, de elaborar algo de lo traumático es la textual. Dar testimonio es a la vez dar sentido a la propia vida, de no ser así, se corre el riesgo de fracturas, escisiones y todo tipo de clausuras de la memoria que no solo amenazan el presente, sino que impiden construir la historia. (Rodulfo, M). Historia que se reinscribe y permite mantenernos vivos, con movimientos de apropiación e interpretación armando envolturas de memoria que garantizan un sentimiento de continuidad de sí en la temporalidad, es decir permitiendo que haya un porvenir. Borges nos dirá “escribir por primera vez lo que ya ha sido escrito”.

 

¿Cómo es el recordar de vivencias inscriptas como experiencia de modo traumático? 

Diferentes investigaciones mostraron que los recuerdos de “hechos traumáticos” en comparación con hechos placenteros se caracterizan por contener menos información sensorial, ser más complejos, más difíciles de fechar, con sentimientos vinculados más intensos, un mejor recuerdo de pensamientos asociados en el momento de su ocurrencia, más difíciles de expresar verbalmente y con más pensamientos recurrentes sobre lo ocurrido (flashback). El trauma vivenciado desborda la capacidad del sujeto de tolerar esa representación inconciliable y procesar las emociones que genera, desestabiliza y desorganiza las estrategias que cada uno usa para manejarse en la vida, activando ciertos mecanismos de defensa disociantes. No pueden generalizarse deducciones acerca del modo del recordar una vivencia traumática. Asimismo, si es posible mencionar que ciertos detalles de la memoria sobre hechos vivenciados de modo traumáticos pueden ser producidos posteriormente. Esta alteración se debe al intento de reconstrucción no comprendida y menos elaborativa que se ha tenido en su momento. Se ha probado cómo los sucesos que implican un mayor grado de violencia se recuerdan peor. (Clifford y Scott). Hasta aquí podemos decir que tanto la psicología clásica, los avances de las neurociencias y el psicoanálisis todos concluyen que ante el hecho de violencia sexual el sujeto percibe lo acontecido como inconciliable o desacorde a su mundo representacional conduciendo a la activación de procesos psíquicos que resguarden la preservación y conservación del sujeto, quedando amnesias psicógenas producto de memorias traumáticas por represión o disociación. Entonces el recuerdo no se perdería, pero si se conserva de modo inaccesible en tanto trabajo de lo negativo; queda lo indiciario (Bleichmar, Toporosi). 

El tiempo puede pasar como si esos sucesos vividos “no estuvieran” almacenados en la mente/psiquis. Así es, como nos encontramos con adolescentes o adultos que consultan por hechos que “recientemente han recordado”, a esto se lo puede llamar “memorias recuperadas”. La agresión sexual en la infancia es una amenaza a la integridad. La confusión, el rebose, la imposibilidad de articular el pasado con lo actual disruptivo proyecta un barrido de defensas colapsando la integridad yoica. La violencia sexual en la infancia perturba la identidad del ser (autopreservación) y daña las capacidades para conservar la vida misma (autoconservación). Para Silvia Bleichmar, el traumatismo es: algo que viene a romper una evolución lineal endógenamente planteada; es aquello que viene a introducir un desequilibrio que obligará a encontrar nuevas formas de equilibramiento no presentes en el modo de funcionamiento de la estructura de partida. El trabajo clínico apuntala la posibilidad de almacenamiento elaborado, en la medida de lo posible de aquello que rompió la trama psíquica. En palabras de Enriquez: ruinas exhumadas por la cura analítica. Ellas se desagregan, su recuerdo se altera, sufre la obra del tiempo, se olvida para dejar lugar a otras edificaciones y realizaciones psíquicas. Se borra de la conciencia para conservarse en otras formas y en otros lugares. El olvido que procura la cura analítica y el trabajo arqueológico que lo sustentó es portador de su memoria. En la medida en que se considere que un niño no está obligado a recordar los sucesos angustiantes con la nitidez de entonces, desde el espacio analítico y el jurídico se hará imprescindible el recordar que el olvido de detalles adquirirá la condición de cierta permanencia, siendo entonces algo a no recordar con la impronta de lo actual, con la esperanza saludable de crear nuevas condiciones de vida. (Cao Gené, 2013).

Para finalizar, sabiendo que siempre se vuelve a comenzar… 

«Los derechos de un niño comienzan en el momento en que nace 

y no terminan hasta que son violados.» 

Marion Wright Edelman

“Las experiencias traumáticas inciden tanto en la mente como en el cuerpo del niño en desarrollo, afectando al procesamiento jerarquizado de la información, a los sistemas de apego y de conexión social, a la activación autónoma y la capacidad de regulación, y a las tendencias de acción relacionadas con los sistemas responsables de la defensa y del desenvolvimiento dentro del contexto de la vida cotidiana. La comprensión de la neurobiología del trauma puede reforzar adicionalmente nuestra concepción de las secuelas a largo plazo del trauma, y ayudar a guiar nuestros esfuerzos terapéuticos en dirección a aumentar la precisión y la especificidad de las estrategias ;intervenciones= clínicas” (Lanius y otros, 2009).

Resumiendo: en el psiquismo de los NNA violentados sexualmente se produce un impacto, un exceso de excitación que supera y desequilibra la homeostasis que ese NNA tenía hasta ese momento en su vida. La misiva viene del afuera. No fantasea ese niño, no está imaginando que fue agredido sexualmente, ¡no! El hecho agresivo viene del exterior a su sí mismo produciendo una implosión psíquica, mental y física. Esto tiene como consecuencias un arrasamiento subjetivo que desvía la línea homeostática de la vida, ocasionando un daño de magnitud dificilmente de cualificar. Ese desvío, sí hiciéramos una pericia, podríamos cotejarlo y hablaríamos de daño psíquico. Este impacto que produce el desvío, como efecto dominó derriba al sujeto obligándolo a encontrar nuevos modos de vida. Hablamos entonces de sobrevivientes ante el desamparo. En el mejor de los casos, el yo se recompone “como puede” y en otros, lamentablemente se desvanece frente a reiteradas autolesiones muchas veces encontrando la finitud de la muerte con un acto suicida. 

Como agentes de Salud Mental debemos dar cuenta del dolor de nuestros pacientes cuando somos convocados. Estos NNA merecen que hagamos informes contundentes, sí, que nuestros informes no titubeen, que nos la juguemos, porque somos voz de esos ellos y somos voz en función del polimorfismo del lenguaje con el que se expresan. Dejemos de esperar desde una mirada adultocéntrica que el niño únicamente hable con palabra hablada. Sí, palabra oral. Los niños, en su polimorfismo, nos cuentan sus padecimientos. Los profesionales de la Salud Mental estudiamos y tenemos herramientas e instrumentos científicos para poder hacer una lectura minuciosa y auxiliar a la Justicia para que las víctimas no sufran revictimizaciones que doy en llamar disecciones psíquicas cuando se intenta escudriñar en busca de la “verdad objetiva” descreyendo de los discursos no hablados. 

Como clínicos podemos aportar hipótesis diagnósticas que no es sinónimo de tipificación de delitos. Esto es lo que podemos y debemos aportar ante la sospecha de vulneración de derechos de un NNA. Debemos comunicarlo de modo simple y sin miedo. Podemos dar cuenta de la multiplicidad de indicadores que nos permiten el armado de un diagnóstico, siempre con una escucha activa, respetuosa, con perspectiva de infancia, de derechos, de género e inclusión. No debemos olvidarnos de ninguno de estos aspectos para ser auténticos testigos de los NNA desarmados, quebrados y anulados. 

Y ahora sí para finalizar comparto con Uds. un párrafo de una entrevista que un estudiante le hizo a la antropóloga Margaret Mead, recogida por ra Byock.

“Hace años, un estudiante le preguntó a la antropóloga Margaret cuál consideraba que es el primer signo de civilización en una cultura. El estudiante esperaba que Margaret hablara de anzuelos, pollas de barro o piedras de moler. Pero no, Margaret dijo que el primer signo de civilización en una cultura antigua era un fémur que se había roto y luego sanado. Me explicó que en el reino animal, si una pierna se rompe, no puedes subir del peligro, ir al río a tomar algo, buscar comida. Entonces pasas a ser carne de las bestias que merodean. Ningún animal sobrevive a una pierna rota el tiempo suficiente para que el hueso sane. Un fémur roto que haya sido curado es evidencia de que alguien se ha tomado el tiempo para quedarse con él, haber dado la herida, lo ha llevado a un lugar seguro y lo ha ayudado a recuperarse. Margaret dijo que ayudar a alguien más en las dificultades es el mundo donde comienza la civilización.”

 Se trata de eso: de saber estar ahí para acompañar, alojar, sostener al otro y que nos comportemos empáticos, respetuosos de la singularidad del sufrimiento ageno sin mirar para otro lado, involucrándonos con corresponsabilidad. Nuestra acción marcará la diferencia en la vida de ese NNA que confió en nosotros su intimidad doliente. 

 

 

 

Referencias bibliográficas

 Benyakar, M. & Lezica, A. (2000). El complejo traumático a la luz de los tres espacios. En Lo traumático. Clínica y paradoja. Tomo II. Abordaje clínico (pp. 57-72). Buenos Aires: Biblos.

 Bleichmar, S. (2003). Clínica psicoanalítica ante las catástrofes sociales. La experiencia argentina. Paidós.

Brusco, L. (2018). Salud mental y cerebro. Akadia.

Cao Gené, M. (2019). La capacidad para recordar. Memoria y olvido de la escena traumática. En. Cao Gené, M. (comp). Abuso sexual en la infancia. Abordaje desde el dispositivo de Cámara Gesell. Li-Bros. 

Cao Gené, M. (2021). Los gritos mudos de Camila. El estallido del yo ante la vivencia traumática. En Ciordia, M. (comp.). Clínica de lo traumático. Herramientas teóricas e intervenciones. EntreIdeas.

Cao Gené, M. (2022). La niña no escuchada. En Cao Gené, M. (comp.) (2022). Agresión sexual contra niños, niñas y adolescentes. Te lo cuento cómo y cuándo puedo. El polimorfismo del lenguaje infantil. Raíces.

Cao Gené, M. (2022). Mis primeros años, mi vida entera. Bastaba con no recordarlo. En Cao Gené, M. (comp.) (2022). Ecos del horror. Secuelas en adultos del arrasamiento subjetivo por violencias sexuales durante la infancia. Raíces.

Enriquez, M. (1990). La envoltura de la memoria y sus huecos. En Las envolturas psíquicas. Amorrortu.

Garaventa, J. (2022). Secuelas subjetivantes en adultos del ataque sexual contra la niñez. En Cao Gené, M. (comp.) (2022). Ecos del horror. Secuelas en adultos del arrasamiento subjetivo por violencias sexuales durante la infancia. Raíces.

Kofman, S. (1973). El nacimiento del arte. Una interpretación de la estética freudiana. Siglo XXI. 

Rodulfo, M. Borradores de la clínica: Los niños apropiados por la dictadura militar en la Argentina: Una perspectiva desde el psicoanálisis. Texto inédito. 

Odgen, P. y otros. (2009 ). El trauma y el cuerpo. Un modelo sesnsoriomotriz de psicoterapia. Desclée de Brouwer.

¹Texto incluido en el libro compilado por María Ángeles Ciordia Clínica de lo Traumático, de Ed. Entreideas: “Los gritos mudos de Camila” (2021).

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