“¿A qué debe la transferencia el servir tan excelentemente como medio de la resistencia?”

Macarena Cao Gené (2003)

Transferencia: término introducido progresivamente por Sigmund Freud y Sandor Ferenczi (entre 1900 y 1909) para designar un proceso constitutivo de la cura psicoanalítica, en virtud del cual los deseos inconscientes del analizante concernientes a objetos exteriores se repiten, en el marco de la relación artificial, con la persona del analista, colocado en la posición de esos diversos objetos. 

El término transferencia no es de uso exclusivo dentro del campo psi. Utilizado en numerosos ámbitos, implica siempre la idea de desplazamiento, sustitución de un lugar a otro, sin que la operación afecte la integridad del objeto mismo.

Es dable mencionar que todas las corrientes del freudismo consideran que la transferencia es el instrumento esencial para que el proceso psicoanalítico se lleve a cabo. La innovación freudiana consistió en reconocer en ese fenómeno un componente esencial del psicoanálisis, al punto de que este nuevo método se distingue de todas las otras psicoterapias por poner en juego la transferencia como instrumento de curación.

 

Entonces, ¿qué valor adquiere el concepto de transferencia para el psicoanálisis?

Se presenta inicialmente como soporte necesario de los enlaces falsos, pues permite el desplazamiento de las representaciones inconscientes sobre el analista facilitando el retorno de lo reprimido. 

En sus comienzos, en los Estudios sobre la histeria y en La interpretación de los sueños, Freud, conceptualizó la transferencia como un desplazamiento de investidura en el nivel de las representaciones psíquicas, como componente de una relación terapéutica.

En la oportunidad del análisis de Dora (Ida Bauer), en 1905, Freud hizo su primera experiencia, podríamos decir negativa, de la materialidad de la transferencia. Al negarse a ser el objeto del transporte amoroso de su paciente, Freud opuso una resistencia que desencadenó a su vez una trasferencia negativa de aquella. (Más tarde este fenómeno fue denominado por Sigmund como contratransferencia).

En 1909 Sandor Ferenczi vio también que en el análisis, así como en la hipnosis y la sugestión, el paciente ubica inconscientemente al terapeuta en una posición parental. En la misma fecha, en su informe sobre el análisis de un caso de neurosis obsesiva (Hombre de las Ratas), Freud comenzó a ceñir el hecho de que los sentimientos inconscientes del paciente respecto del analista son manifestaciones de una relación reprimida con las imagos parentales. 

En 1912, en “Sobre la dinámica de la transferencia”, primer texto exclusivamente dedicado a la cuestión, distinguió la transferencia positiva, hecha de ternura y amor; y la negativa, vector de sentimientos hostiles y agresivos. 

Explicó que el inicio de dicha transferencia se debía a una falsa conexión de una representación inconsciente con algún detalle insignificante ligado al analista. De esta forma se interrumpía el libre proceso de recordar. Aquí nos aproximamos a un punto clave en relación a la pregunta que el mismo Freud hace en el texto mencionado recientemente “¿A qué debe la transferencia el servir tan excelentemente como medio de la resistencia?”

En los Trabajos sobre técnica psicoanalítica, la transferencia de ordinario la más poderosa palanca del éxito, se muda en el análisis y no sale al paso como la más fuerte resistencia al tratamiento.

En 1914 la transferencia se encuentra (primer antecedente del concepto) con la repetición. Recuerdo y agieren (actuar) son efectos de la repetición y ambos se juegan en el terreno de la transferencia. Recordar o actuar en transferencia. No obstante, Freud distingue el recordar del agieren. Ambos, son efecto de la repetición y se sostienen en la transferencia, el recordar se apoya en la transferencia motor para producir un material nuevo, mientras que el agieren parece deslizarse en la resistencia de transferencia a la que aprovecha como agent provocateur. 

Freud comenzó a hacer de la compulsión de repetición un objeto autónomo de su reflexión en 1914, en Recordar, repetir y reelaborar. De cura a cura, identificó la permanencia de esa compulsión a repetir: ella tiene que ver con la transferencia misma, si acaso no es toda la transferencia. Constituye para el paciente una manera de recordar, tanto más insistente cuanto que él se resiste a una rememoración cuya connotación sexual lo avergüenza. “Es en el manejo de la transferencia, escribe Freud, donde se encuentra el medio principal que permite detener la compulsión de repetición y transformarla en una razón para recordar. Hacemos a esta compulsión anodina, incluso útil, limitando sus derechos, permitiéndole subsistir sólo en un dominio circunscripto. Le permitimos el acceso a la transferencia, esa especie de palestra donde podrá manifestarse con una libertad casi total y donde nosotros le pedimos que nos revele todo lo que se disimula de patógeno en el psiquismo del sujeto”.

 

El principal recurso para dominar la compulsión de repetición del paciente y transformarla en un motivo para recordar, reside en el manejo de la transferencia. 

El centro de gravedad se desplaza de la talking cure a la resistencia de transferencia y recae en el cierre del inconsciente, momento en el cual se interrumpen las asociaciones del paciente: se detiene la cadena asociativa. Cuando se ha entrado en esta región, la aproximación a un complejo patógeno, da por resultado la ocurrencia inmediata que “se anuncia mediante los indicios de una resistencia” (Sobre la dinámica…), vale decir “mediante una detención de las ocurrencias del paciente. En este punto, según lo atestigua la experiencia, sobreviene la transferencia” – resistencia de transferencia- o sea, surge el analista. 

El psicoanálisis no aspira en absoluto a curar al sujeto de la pulsación inconsciente, sino de la neurosis de transferencia, es decir, del sometimiento al deseo del Otro al que inexorablemente lo conduce la transferencia positiva. Como dije anteriormente, Freud sostuvo que los fenómenos de repetición en el seno de la relación al analista, constituyen resistencias. Es evidente que una formación del inconsciente no puede ser explicada como una resistencia del yo… al inconsciente. En cambio puede afirmarse que ahí es el sujeto del inconsciente el que resiste a la dependencia del Otro que se articula en la demanda transferencial. La repetición afirma la verdad del sujeto a expensas de la ilusión que se soporta en la transferencia. La dialéctica misma entre transferencia e inconsciente constituye el eje de la operación analítica.

Ya sea que acontezca en el inicio de la cura como una iniciación apresurada: fuera de tiempo la enunciación de la regla fundamental y de acostar al paciente en el diván, ubicándose el analista fuera del campo de la visión y constituyéndose en la escucha o bien ya en análisis donde una interpretación pueda ser entendida al modo de cierta fascinación sobre la persona del analista, hay una interrupción, una detención. La transferencia se nos vuelve en resistencia y por ende en obstáculo de la dirección de la cura.

Lacan observa que la repetición inconsciente no es nunca una repetición en el sentido usual de reproducción de lo idéntico: la repetición es el movimiento (la pulsión) que subtiende la búsqueda de un objeto, de una cosa siempre situada más allá de tal o cual cosa particular y, por esto mismo, imposible de alcanzar. Es el mismo Lacan, quien distingue dos tipos de repetición, que analiza desde una perspectiva aristotélica. Por una parte la tyche, encuentro dominado por el azar (es lo contrarios del kairos, el encuentro que se produce en el buen momento) y que es posible asimilar al trauma, al choque imprevisible e indominable. Por otro lado está el automaton, la repetición simbólica, no de lo mismo, sino del origen, cercano a la compulsión de repetición freudiana, que se articula con la pulsión de muerte.

Hay transferencia desde que el analista es elegido como representante del sujeto supuesto saber. El inicio de la transferencia queda definido, entonces, por ser un “acto de fe” y es algo bien diferente de la repetición. 

Mientras mayor sea la resistencia, tanto mas será sustituido el recordar por el actuar (repetir). El recuerdo se apoya en la transferencia positiva: motor del análisis. El agieren, en cambio, lo hace, bajo resistencia de transferencia: obstáculo al análisis. 

Para finalizar decidí escoger un párrafo de un texto de Norberto Rabinovich: “¿Y la transferencia? Precisamente en el reconocimiento de aquello que insiste, que con mil sentidos diferentes vuelve siempre al mismo lugar, el supuesto saber del intérprete es progresivamente vaciado, absorbido. El analista queda finalmente, como aquel que supo leer las claves del texto viviente que portaba el analizante sin saberlo. Al cabo de lo cual su función de garante de la transferencia, caduca.”

 

 

 

Lic. Macarena Cao Gené

macarenacg@fibertel.com.ar

Cel. 15 4530-4549

 

 

BIBLIOGRAFÍA COSULTADA

Freud, S. Sobre la dinámica de la transferencia. O.C. Tomo XII. Amorrortu

Cosentino, Juan Carlos. Construcciones de los conceptos freudianos. Manantial, 1994.

Roudinesco, E. y Plon, M. Diccionario de psicoanálisis. Paidós, 1998.

Rabinovich, Norberto. Repetición y transferencia, en Ima

go Agenda Nº62. Agosto 2002.

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